Pero el caso es que el por qué mataban, lo que les empujó a perseguir y asesinar, es decir, su proyecto político ultranacionalista, totalitario y excluyente, sigue en pie entre nosotros, invariable. De hecho, no solo no es perseguido o despreciado por sus evidentes salpicaduras de sangre, sino que no ha sido sometido a cambio alguno, ni por disimular; al contrario, es atendido con más respeto que nunca. Porque es democrático, progresista, ecologista, igualitarista. Justo, como el gobierno actual.