En primer lugar, parece que el público asistente representará a la sociedad civil, un término antiguo e impreciso. Ya Aristóteles, Hegel o Marx lo habían empleado en sentidos distintos. Hoy suele entenderse por tal aquella parte de la sociedad —formada por asociaciones, fundaciones y personalidades diversas— que no ostenta cargos públicos ni de partido, que no es propiamente política, pero que influye o intenta influir en el poder. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. Jordi Pujol fue un maestro en ello. Cuando quería que se ratificara una decisión controvertida de su Gobierno, esta decisión era apoyaba por alrededor de 400 asociaciones, siempre las mismas, todas ellas convenientemente subvencionadas por la Generalitat, a las que se denominaba sociedad civil. La operación se completaba diciendo que no solo CiU, sino «toda Cataluña» apoyaba la decisión del Gobierno Pujol. Se trata del Gran Teatro del Liceo, el gran emporio de la ópera en España, hoy ciertamente en decadencia, como casi todo en Barcelona.