Evidentemente, no se trata de que caer otra vez en los mismos errores de buena parte del regeneracionismo del primer cuarto del siglo pasado, con sus cirujanos de hierro y demás; ni siquiera aspirar a tener un Mario Draghi que tanta envidia nos causa. La solución no es esperar que nos caiga un gran líder o un gran partido del cielo, no. Dado el punto al que hemos llegado en esta ceguera colectiva en la que parecen instalados los partidos en España, la clave estaría en tomar en serio lo que advirtió hace ya muchos años, sin que se le haya hecho gran caso, Víctor Pérez Díaz: no es posible construir una sociedad democrática sólida sin una sociedad civil desarrollada. Los partidos y la política son muy importantes, pero no deben ocupar todos los espacios de la vida social; y en España lo hacen. Hay que devolver a los partidos a sus esferas de actuación y sacarlos de ámbitos tales como la Justicia, las administraciones públicas, los medios públicos (y no sólo públicos) de comunicación, las universidades, etcétera. Solamente con una sociedad civil activa, exigente y vigilante, tendrán los partidos incentivos para comportarse de manera responsable. Otras sociedades democráticas de nuestro entorno lo han conseguido hacer. ¿Por qué nosotros no? Hay que aprovechar este violento viento de levante de los acontecimientos de estos días para reconducir a los partidos al relevante espacio del que no debieron salir nunca, y hacerlo pronto si no queremos acabar en un lamentable fracaso colectivo como sociedad.