En 2017 suceden unos hechos muy visibles: las sesiones del Parlament del 6 y 7 de septiembre, el 1 de octubre, la DUI… eso es innegable. Pero la falta de libertades en Cataluña, la existencia de catalanes de segunda, el incumplimiento de las leyes, la falta de neutralidad de la administración catalana… todo esto sigue absolutamente igual. El miedo a hablar, la ‘omertá’, la no aplicación de las leyes relacionadas con la lengua, el miedo a la muerte civil si uno se atreve a levantar la voz… eso permanece. Que un ayuntamiento dé finalmente un impreso en castellano es por la voluntad de los ciudadanos de reclamar, gastando dinero, energía, y poniendo mucha valentía. Que sean los ciudadanos los que tengan que luchar a diario por sus derechos fundamentales es muy grave.