Porque las mentiras no acaban ahí. Y las más dolientes se refieren a dos de los hermanos de Fernando Buesa: Ion y yo mismo, que aparecemos inopinadamente en el relato no para afianzar alguno de los aspectos biográficos de nuestro hermano, sino para descalificarnos. Acerca de Ion se afirma que «era y es nacionalista vasco», lo cual es solo medio cierto, pues hace ya algunos años abandonó el PNV; se le presenta como rival político de Fernando —pues, «en 1998 tuvo que disputar con su hermano en el debate de las enmiendas al presupuesto foral» (p. 156)— olvidando que, durante muchos años, ambos se reunían todas las semanas en la casa de Ion para charlar de lo divino y de lo humano, incluyendo la política; y, para rematar, se sugiere falsamente, como es público y notorio —pues el asunto ya ha sido dirimido en los tribunales sin que Ion fuera encausado en ningún momento— que estuvo implicado en un caso de corrupción. En cuanto a mí, se me presenta como «un ejemplo, quizás extremo, de derechización» (p. 157), aludiendo primero a mi actividad como presidente del Foro Ermua, señalando después que fui fundador de UPyD y poniendo como colofón una vinculación con VOX —«formación a la que ha dado su apoyo explícito» (p. 157), se dice falsamente, reproduciendo, por cierto, una entrada de la Wikipedia que no es precisamente una fuente fiable—, aunque nunca he estado afiliado a ese partido. La razón de estas descalificaciones la desconozco, aunque tal vez tengan que ver con el hecho cierto de que ninguno de nosotros dos avalamos la deriva de la Fundación que lleva el nombre de Fernando. Lo hacemos desde el silencio y la ausencia, pero ya se ve que esto, a algunos, les inquieta.