Tenía razón Antonio Brufau, presidente de Repsol, cuando el otro día, ante sus accionistas, criticaba una política europea de cambio climático que pretende el liderazgo en la transición energética no a partir del desarrollo tecnológico, sino sobre el fundamento de la imposición de trabas a los recursos propios mientras se aceptan sin el menor reproche los ajenos. Porque, no nos engañemos, la energía verde no vendrá sólo del viento, la insolación y la lluvia, sino también de la mano de un uso transitorio de los hidrocarburos asociado a la descarbonización.