De hecho, ser policía autonómico en Cataluña es una profesión de doble riesgo: los violentos separatistas te pueden abrir la cabeza a pedradas, y si se te ocurre cargar contra ellos para defenderte y para que no destrocen la ciudad entonces te pueden expedientar por ser demasiado eficaz ‘molestando’ a los socios de los que gobiernan Cataluña. Tras la barbaridad de Vic, con una comisaría destruida, el máximo interés del consejero de Interior en funciones, Miquel Sàmper, fue pedir “cambios” en el código penal que castiga los llamados delitos de opinión. Unos veinticinco ‘mossos’ heridos, una comisaría arrasada, y al ‘conseller’ solo le faltó pedir que soltaran a Hasél. Claro está que venimos de un presidente de la Generalitat, Quim Torra, que era un CDR más y que pedía la cabeza de los responsables policiales cada vez que osaban cargar contra los chicos de la gasolina.