Los indultos son para el verano

Hoy es un día nefasto no solo para la democracia y el Estado de Derecho en España sino para el conjunto de los ciudadanos españoles. Hoy, el ególatra engreído de Pedro Sánchez, ese doctor cum fraude que preside una nación que parece odiar, como pago a sus socios golpistas por su permanencia monclovita, ha cometido uno de los mayores agravios que pudieran cometerse: indultar a aquellos criminales juzgados y condenados por dar un golpe de Estado el 27 de octubre de 2017 en el Parlamento regional catalán, un golpe contra toda la ciudadanía española y las instituciones que la representan.

Este hecho no es baladí ya que rompe directamente con aquello que el contrato social presupone, tal y como lo describió muy acertadamente en 1762 uno de los últimos polímatas, el excepcional Jean-Jacques Rousseau. El contrato social, grosso modo, supone un acuerdo que suscriben por voluntad propia todos los miembros de un grupo; y en virtud de dicho acuerdo se reconoce una autoridad y unas normas que todos acatan y respetan. Los estados modernos son una clara representación de dicho contrato… hasta que llegaron Sánchez y sus socios nacionalistas de todo pelaje (filoterroristas, de extrema izquierda y de extrema derecha).

La situación en Cataluña, vivida desde aquí y por todos aquellos que creemos en la democracia y la legalidad, es insoportable. Como en cualquier modelo clásico de Estado totalitario, todos sus lobbies y estamentos están al servicio del régimen: partidos políticos, sindicatos, empresarios, Iglesia… La verdad es que dentro del régimen (aunque se pague el 3%) se vive bien; pero fuera caes en desgracia y se te decreta la muerte civil. Eso supone que no hay subvenciones, convenios, contratos públicos, etc. y que tocará trabajar en vez de vivir del cuento, algo a lo que muchos no están acostumbrados.

Veamos qué opina la clase política catalana de los indultos y de su efecto de “convivencia, conciliación y concordia” que presupone Sánchez. Aragonès, ese chavalín al que uno se lo imagina jugando al Scalextric o al Fortnite antes que presidiendo una taifa autonómica, el viernes 18 de junio tuvo una cumbre al más bajo nivel con Puigdemont, el fugado del maletero, en su madriguera de Waterloo. Aragonès espetó en la posterior rueda de prensa que “los indultos no son la solución a un conflicto político de fondo […] el independentismo nunca va renunciar a su objetivo, que es la independencia de Cataluña”. Blanco y en botella, leche. O más bien absenta, para el conjunto de los catalanes libres de nacionalismo (que somos la mayoría).

El taimado golpista Junqueras, en declaraciones a Catalunya Ràdio (la versión radiofónica de la TV3), ha aseverado que “el indulto es un triunfo que demuestra algunas de las debilidades de los aparatos del Estado” mientras que otro de los sediciosos, Jordi Cuixart, la tieta barbuda de Òdium Cultural, ha asegurado que “el indulto será el preludio de la derrota que sufrirá el Estado español en Europa”.

La eterna chacha del nacionalismo, el PSC, no podía ser menos. Iceta el ministro bailongo, el que cuenta naciones como quien cuenta ovejas, el 19 de junio en el Consejo Nacional de su partido (en Cataluña todo se adjetiva como nacional sin serlo) lo dejó meridianamente claro: “los indultos son de utilidad pública” y “siempre, siempre, siempre, primero el país, después el partido” (nótese que país en boca de un nacionalista siempre se refiere a uno que no lo es, Cataluña, y jamás al único que sí lo es, España). No podían faltar tampoco las declaraciones del ínclito Salvador Illa, que afirmó que “los indultos son un gesto de generosidad”, que son “un impulso a la concordia y de valentía política” y que “no deben considerarse ni una victoria ni una derrota de nadie”. Si no estuviéramos tan acostumbrados a las traiciones del PSC al constitucionalismo, a sus propios votantes, al conjunto de los catalanes y a todo el socialismo español, me hubiera visto obligado a incorporar un sic entre paréntesis para dar a entender que las frases empleadas, aunque puedan parecer inexactas, son realmente textuales.

Mireia Vehí, la antisistema que ejerce de portavoz de la CUP en el Congreso, en una entrevista en El Mundo el pasado día 17, lo dejó bien claro: “Le damos [a Aragonès] un margen de dos años para que saque algún resultado de la mesa de diálogo. En ese tiempo hay que conseguir las condiciones para que haya referéndum que será pactado o unilateral, pero va a haber referéndum”. Pues nada, ho tornarem a fer si la mesa de rendición no provee de las capitulaciones esperadas por el nacionalseparatismo catalán.

Max Weber, en su monumental obra póstuma Economía y Sociedad (1921-22), afirma que la más sencilla observación muestra que en todos los contrastes notables que se manifiestan en el destino y en la situación de dos hombres, tanto en lo que se refiere a su salud y a su situación económica o social como en cualquier otro, y por evidente que sea el motivo puramente accidental de la diferencia, el que está mejor situado siente la urgente necesidad de considerar como legítima su posición privilegiada y de considerar su propia situación como resultado de un mérito y la ajena como producto de una culpa. Es una explicación diáfana que puede ser trasladada a cualquier nacionalismo y que muestra ese supremacismo victimista tan propio de los líderes procesistas y ese enaltecimiento sin sentimiento alguno de culpa en la persistencia golpista mediante el mantra de ho tornarem a fer.

¿Y qué decir de la inerte y carpetovetónica clase empresarial catalana, que jaleó atávicamente el procés y ahora jalea igualmente los indultos para aquellos que, golpismo mediante, han conseguido que se fuguen de Cataluña más de 7.000 empresas y la práctica totalidad de la banca? Por cierto que muchos de estos empresarios, grouppies procesistas reconocidos, han deslocalizado sus empresas hace años y además están empadronados mayoritariamente en Madrid para evitar el infierno fiscal y sucesorio catalán. Ándeme yo caliente y arruínese la gente.

Y aquellos que pasan su tiempo defendiendo los inexistentes derechos de los territorios por encima de los derechos de los trabajadores, mientras cobran sus subvenciones y sus líderes piensan en qué restaurante ir a comer su mariscada diaria, el día 8 de junio tuvieron a bien (supongo que después de una digestión pesada) emitir el comunicado Un indulto necesario para un nuevo tiempo político, por si no nos quedaba clara su condición de mamporreros del nacionalismo con la clase trabajadora: “Las Confederaciones Sindicales de UGT y CCOO, conscientes de que las decisiones políticas que se adopten condicionan el contexto económico y social en el que aspiramos que avancen las reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras queremos compartir con el mundo del trabajo y con la sociedad las siguientes consideraciones. […] Para propiciar ese escenario de diálogo y negociación, que sirva para reconducir las cosas al camino deliberativo y transaccional propio de la política, es evidente que la permanencia en prisión de líderes políticos y sociales catalanes es un serio impedimento. Desde este punto de vista las confederaciones sindicales de UGT y CCOO entendemos que un proceso de indulto a los líderes citados es condición necesaria ─aunque con toda seguridad no condición suficiente─ para superar episodios pasados. Hay que recuperar el valor del diálogo, la negociación, la voluntad de acuerdo. Y para ello el concurso de estas personas referentes en sus partidos y movimientos sociales y que han pasado ya un largo periodo en la cárcel─ es imprescindible”. Es imprescindible, sí, el seguir cobrando mientras viven como liberados, el sueño húmedo de muchos de los líderes sindicales actuales (pero también los hay honestos y bastantes, doy fe de ello).

El pasado día 16 de junio, en la reunión nº244 de la Conferencia Episcopal Tarraconense, que tuvo lugar en el Seminario Conciliar de Barcelona, los obispos olvidaron la enseñanza suprema de Jesús, aquella que reza que su Reino no es de este mundo, y de nuevo volvieron a dedicarse a la política y no al espíritu. Recoge el punto 5 de sus acuerdos que “ante el contexto social y político que vivimos en estos momentos en Cataluña los obispos expresan que como hemos afirmado en numerosas ocasiones, nos mostramos convencidos de la fuerza que tienen el diálogo y las medidas de gracia en todas las situaciones de conflicto. Creemos que el logro de un recto orden social que permita el desarrollo armónico de toda la sociedad necesita algo más que la aplicación de la ley”. Es decir que no debemos cumplir ni con el Derecho Natural ni con cualquier norma del derecho positivo, vigente o no vigente.

Afirman los obispos: “Es por este motivo que hay que proponer el diálogo siempre como vía efectiva que da respuesta a la esperanza de resolver divisiones. Si el diálogo es serio, capaz y abierto, y si se admite que dialogar siempre significa renunciar a las propias exigencias para encontrarse en el camino con las renuncias del otro, habrá avances. Además, avanzar teniendo sentimientos de misericordia y perdón sinceros, respetando la justicia, ayudará a que los acuerdos que todos esperamos alcancen pronto”. ¿Todos? ¿De verdad, señores obispos? Como ven, la Iglesia, como los sindicatos y el empresariado en Cataluña, sufre de síndrome de Estocolmo lazi y, además, al igual que los líderes políticos y asociativos nacionalistas, consideran que todos los que vivimos en Cataluña formamos parte de un sol poble sin fisuras y que pueden hablar en nuestro nombre (y en lengua catalana exclusivamente, claro está). Alguien debería recordarles que la mayoría de los catalanes nos sentimos plenamente españoles y que aborrecemos profundamente el nacionalismo y todo lo que tiene que ver con éste, empezando por un lazo amarillo enganchado en la farola de la esquina y acabando por el arma de aborregamiento masivo que es la TV3.

Añaden los obispos: “Hay que imaginar una solución satisfactoria que se aleje de actitudes inamovibles que no ayudan a construir armónicamente la sociedad. Será entonces cuando se irán venciendo las dificultades y la capacidad de diálogo comenzará a aportar posibles soluciones”. Esto la Iglesia no pide que se aplique, por ejemplo, a los asesinos, a los maltratadores o a los pederastas ya que no forman parte del rebaño amarillo que les gustaría pastorear. Y es que a partir de ahora, para recibir el perdón eclesiástico, uno no tendrá que confesarse y arrepentirse sino solamente clamar en el desierto (o en la TV3, que para el caso es lo mismo si es usted constitucionalista) el nuevo rosario de ho tornarem a fer en el que se conmemorarán los quince misterios principales del procés y se recitarán después de cada uno de ellos un Junquerasnuestro, diez avecarmenesforcadell y un gloria patri dedicado al pater patriae de espíritu andorrano, el Nada Honorable Jordi Pujol.

Aquellos que sí saben de Derecho, más de 100 juristas de toda España, han firmado un notable manifiesto, impulsado por la plataforma cívica Consenso y regeneración, en contra de los indultos a los líderes golpistas. Afirman que “la concesión de indultos a los políticos condenados por la sentencia del procés presenta graves riesgos para la defensa del Estado de Derecho y la separación de poderes en España”. Y apostillan que “no parece que la concesión de estos indultos vaya a provocar ninguna mejora de la situación política existente en Cataluña, donde la fractura, no lo olvidemos, se da entre independentistas y no independentistas. Creemos que se ahonda, además, en la convicción de muchos ciudadanos de que el Estado de Derecho no rige para todo el mundo por igual y de que los políticos gozan de un estatuto diferente y privilegiado frente a las leyes vigentes”. Y añaden que “también consideramos que los ciudadanos catalanes no independentistas pueden sentirse, una vez más, abandonados por las instituciones que deberían defender el respeto a las reglas del juego. El deterioro de la convivencia y del respeto al Estado de Derecho en Cataluña en estos últimos años no parece que pueda superarse con más fracturas y con menos respeto al Estado de Derecho”. Pues así es, estamos y nos sentimos abandonados por el Estado en una región en la que gradualmente han ido desapareciendo sus estructuras y han sido sustituidas por las de la taifa nacionalista, como en una virulenta guerra de sustitución de una especie por otra en el mundo natural.

En la excelente obra teatral Las bicicletas son para el verano (1977), del irrepetible Fernando Fernán Gómez, su protagonista, Luis, un zagal ajeno a los horrores de la cruenta guerra fratricida que acababa de estallar en España en 1936, le pedía a su padre que le comprara una bicicleta para pasar el verano y así poder disfrutar de los meses estivales con sus amigos y, de paso, como es normal a esa edad, poder cortejar a una chica (en esa época lo del Falcon y el Super Puma aún no se estilaba y por ello una bicicleta era lo más de lo más). Pero la realidad y los horrores de la guerra frustran el plan de Luis, que acaba usando su bicicleta para sobrevivir como chico de los recados en la posguerra inmediata bañada de hambre y de miseria.

Y en cuanto la sociedad española reaccione (en las urnas) ante tamaño despropósito como son los indultos a los golpistas y la voladura que éstos comportan de los cimientos de nuestro Estado de Derecho, Su Sanchidad será desterrado a moderno chico de los recados (como lo es ahora su predecesor Zapatero) con el que nadie quiere hablar y del que nadie nada quiere saber. Eso sí, después de arrojarnos al resto al hambre y a la miseria, será recompensado con un sueldo vitalicio como expresidente que, a mi juicio, debería desaparecer (como sucedió en la Comunidad de Madrid en 2015) ya que sería la garantía de que los gobernantes se pensaran muy mucho lo que iban a ejecutar a lo largo de su obra de gobierno si posteriormente a su mandato representativo tuvieran que ganarse la vida trabajando como todo hijo de vecino.

El héroe mitológico Áyax, conocido como el Grande, hijo de Telamón, rey de Salamina, nos ha sido transmitido hasta nuestros días gracias a la Ilíada de Homero y a la tragedia homónima de Sófocles. La desgracia de Áyax empieza cuando éste reclama la armadura del difunto Aquiles después de recibir sus honras fúnebres, pero ésta es entregada a Odiseo por los reyes griegos que asedian Troya. Áyax enloquece de furia, manipulado por la diosa Atenea, y pensando que mataba a los reyes griegos que lo habían deshonrado sacrifica un rebaño entero. Cuando recobra el juicio, ante tamaño deshonor, decide quitarse la vida (una tragedia lo es porque en ella siempre muere alguien, esa es la esencia de la Tragedia Ática). Sánchez, cual moderno Áyax, reclamó su anhelada armadura de jefe de Gobierno después de las exequias políticas de Rajoy, pero ésta dependía de los reyezuelos nacionalistas y, en su delirio, inducido por los herederos de los terroristas y de los comunistas (más correcto sería llamarles los desheredados), decidió sacrificar al conjunto de los españoles a pesar de que previamente había estado diciendo justo lo contrario. Pero hay una gran diferencia entre el personaje mitológico de Áyax y el personaje carpetovetónico de Sánchez, y es que mientras el primero se autoinmola por el deshonor de sus actos, el segundo, que no conoce lo que es la vergüenza, es incapaz de sacrificio alguno y no sentirá ni el más mínimo remordimiento ni reparo en sacrificar al conjunto de los ciudadanos españoles para mantener esa armadura dos años más o incluso sólo dos días más.

La obra de Gobierno de Sánchez (indultos incluidos) será una lacra de la que España y el conjunto de los españoles tardaremos décadas en recuperarnos… si es que nos recuperamos. Sánchez no sólo ha destruido los cimientos constitucionales sino que ha hecho añicos la fraternidad y la concordia entre los españoles. Y con sus cesiones a los golpistas, los nacionalistas y los herederos de los terroristas, ha sentado un gravísimo precedente en un país que ha sufrido ya cuatro guerras civiles (incluyo las tres guerras carlistas en la suma) y además pone en riesgo la misma idea de una Europa unida en la prosperidad y el desarrollo humano. ¿Se imaginan una Unión Europea de 250 paisitos? Pues si la UE no pone freno al dislate nacionalista (precisamente contra éste fue creada) que le acecha en diversos países (aunque el nuestro es quizás el más preocupante) se verá condenada a un futuro aciago y fragmentario que acabará suponiendo su desaparición y los consiguientes y conocidos horrores que comportaría ese vacío.

Hoy, a modo de un soporífero Discovery Channel lazi, gracias a la connivencia de Sánchez, Podemos y el PSC-PSOE, asistimos tristemente al enésimo capítulo de la decadencia social y política de Cataluña, mediante esa reintroducción en la sabana de especies de peligrosos depredadores que, a pesar de haber sido rescatados y cuidados durante un tiempo, al recuperar la libertad volverán ineluctablemente a hacer aquello que está en su naturaleza: depredar, tornar-ho a fer. Y como afirmaba acertadamente Alejandro Tercero en su columna del 18 de junio, gracias a la connivencia de Sánchez con los sediciosos golpistas, a la gran mayoría de catalanes no nos dejarán otra elección que la de aguantarnos o la de irnos de Cataluña, es decir, o rendición o exilio, si no nos socorre pronto el conjunto de los ciudadanos españoles. Las únicas víctimas de represión que existen en Cataluña somos todos aquellos que llevamos 40 años encerrados en esta prisión regional construida por el nacionalismo a modo de un apartheid social, económico, lingüístico y cultural contra los catalanes que nos sentimos plenamente españoles y libres de nacionalismo. Y a todos nosotros es a quien debería indultar Sánchez, no a los golpistas, acabando de una vez por todas con esta lacra pestilente en que se ha convertido el nacionalismo catalán; pero no tengan duda, como siempre acabaremos siendo nosotros los sacrificados mientras Junqueras se seguirá atiborrando de bollitos industriales en cualquier sinecura o mamandurria con la que el régimen le proveerá.

Pues lo dicho, las bicicletas son para el verano y los indultos también; y el desastre social, territorial, político y económico que nos comportará todo ello ya lo dejamos para después del verano, como siempre hemos hecho en estas latitudes.

Artículo de Pau Guix publicado en ElCatalán.es.

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