Razones intachables desde el punto de vista jurídico, a mi entender. Cuestión distinta es que, políticamente, supongan un acto de fe en el que cada uno es libre de creer, como ha señalado Javier Cercas. Personalmente, quisiera creer que estos indultos servirán. Ahora bien, he de reconocer que sigue vibrando en mi la reflexión de Tomás y Valiente, quien advirtió en 1993 que la denegación del indulto a quien “no ha manifestado su arrepentimiento… y no ha acatado la Constitución contra la cual se rebeló” es la “consecuencia jurídica lógica y debida”. Además, me parece difícil presentarlos como una “decisión de Estado” cuando los mismos no se han negociado con los principales partidos de la oposición. Cierto es que poco ayuda que la reacción de esta, y especialmente del PP, haya sido echarse a las calles. No sé quién quemó antes los puentes, pero nuestra democracia no puede seguir en esta espiral de polarización que impide forjar consensos en lo fundamental. Y, de forma muy especial, me preocupa que la “Agenda para el Reencuentro” asuma como punto de partida “todas las reivindicaciones hechas por la Generalitat en la última década”, según expresaba en un reciente artículo el presidente Sánchez. La condescendencia con las políticas identitarias excluyentes que ha venido desarrollando el nacionalismo y la asunción de la lógica bilateral disolutiva, lejos de ayudar a la cohesión federal de nuestro país, suponen un suicidio que nos conduce inexorablemente a la balcanización de España. Más bien, el Gobierno debería soslayar las peticiones nacionalistas y promover un gran pacto de Estado para la vertebración territorial de nuestro país que parta del reconocimiento de que España es una nación plural, pero que ponga también el acento, sin complejos, en todo aquello que nos une y vete cualquier política discriminatoria o que eleve barreras entre españoles. Como recogí en un reciente artículo, si el lema nacional estadounidense fue “E pluribus unum” (de muchos, uno), o el de la Unión Europea “In varietate concordia” (unidos en la diversidad), el nuestro podría ser “una pluralis, in commune fortis et in varietate dives” (una –España– plural, fuerte en lo común y rica en la diversidad).