Ada Colau ha empobrecido Barcelona en todos los aspectos. Es una ciudad llena de basura y cada vez más desagradable, en la que los patinetes y bicicletas circulan por donde les da la gana, con un gran riesgo para los peatones, sin que nadie se lo impida. Los delincuentes campan a sus anchas, actuando con gran violencia, mientras la Guardia Urbana, corta de efectivos y de recursos y sin ningún tipo de apoyo político por parte de la alcaldesa, se ve cada día más impotente para afrontar la crisis de seguridad permanente en la que vive la capital catalana. Y la administración municipal es puro sectarismo, tras ser ocupada por los familiares y amigos de la alcaldesa y su camarilla que se reparten unos inmensos sueldos que les permiten darse la gran vida mientras a sus súbditos – antaño ciudadanos – les recomiendan ir en bicicleta, malvender sus coches, no viajar en avión y usar un metro cada vez más abarrotado y sucio.