Pegasus, la conexión rusa y la escalada

Allá por el siglo XIX, el político británico conocido como Lord Palmerston expresó, de forma descarnada, lo que es la política internacional condensándola en una famosa frase: «No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos.. Pero ¿cómo se podría ejemplificar hoy día esa visión pragmática de las relaciones internacionales? 

Pues, antes de desgranar el hilo discursivo que pretendo expresar en este artículo, solo recordar cómo no hace mucho tiempo surgió el escándalo del presunto espionaje de EE UU sobre sus aliados; especialmente lacerante fue el espionaje a la Canciller Angela Merkel. ¿Qué buscaban los estadounidenses mientras fisgoneaban los quehaceres de Merkel? Quién sabe, quizás los lazos energéticos de la potencia alemana con el entonces autócrata en potencia Vladimir Putin.

Uno de los conceptos claves para desenredar el lío de Pegasus pasa por aclarar la diferencia entre espiar e investigar. Cuando una potencia extranjera quiere extraer información de otro país o algún actor extranjero (tipo Merkel y la NSA), eso es espiar, algo que, como vemos, pasa día sí y día también, entre enemigos, adversarios y aliados. 

Todos los países necesitan saber para poder generar prospectivas lo más veraces posibles y así poder tomar decisiones acertadas. Sin embargo, cuando un servicio de información detecta posibles operaciones de desestabilización (interna o externa), de conculcación del ordenamiento jurídico o movimientos delincuenciales de alta intensidad, lo que hace es investigar dentro de los márgenes y controles que la ley exige. Como ven, hay una gran diferencia entre una cosa y la otra, confundirlas es un ejercicio de confusión que trata de divertir el núcleo del problema.

Ante un panorama internacional de constante vigilancia mutua, en el que la única variable de posible espionaje es, básicamente, no si se quiere, sino si se puede, ¿cómo se puede saber quién es concretamente el que infectó las comunicaciones de nuestro Gobierno? Con la capacidad de discreción de las herramientas de espionaje solo se puede caer en el momento especulativo del cuándo fue infectado y los sucesos que acaecían en ese momento. Difícil situación, porque eso facilitaría crear una pantalla narrativa que desviaría al verdadero atacante, porque aprovecharía esos elementos circunstanciales para camuflarse bajo un profundo entramado de intereses y especulaciones. Es por ello que podemos dedicarnos a hacer la tarea especulativa que queramos, a la verdad difícilmente podremos llegar siquiera a acercarnos.

Pero empecemos por el principio de una escalada de despropósitos que únicamente está sirviendo para magnificar el objetivo de los que iniciaron estos enloquecidos sucesos. Todo esto comenzó con una operación orquestada por un separatismo en horas (muy) bajas que necesitaba oxígeno para rearmarse (oxígeno en forma de victimismo), unir filas alrededor de la versión más extremista del separatismo, tapar las conexiones con la Rusia de Putin y, cómo no, seguir desprestigiando la democracia de nuestro país y nuestras instituciones. Esto es nuclear, el llamado caso «catalangate» es una campaña de desinformación que trataba de poner en jaque al Gobierno y desprestigiar al Estado aprovechando los momentos de mayor debilidad del gobierno de Pedro Sánchez. Este y no otro es el origen de todo.

Cabría preguntarse ¿el separatismo ha logrado el objetivo que buscaba? Pues a la vista de los hechos, la respuesta no es solo sí, sino que además ha conseguido un efecto multiplicador gracias a la enloquecida escalada del Gobierno para responder a la operación «catalangate«. Empezando por la primera respuesta de la mano de Bolaños, en lo que parecía un reconocimiento implícito de acciones ilícitas por parte del Gobierno y de los servicios de información. La escena de un ministro obligado a dejar el móvil fuera del despacho donde Bolaños se reunió con la consejera Vilagrá, la más que estudiada (y vergonzante) proxémica del encuentro que se asemejaba al recibimiento que dedica últimamente Putin a sus visitantes, eran síntomas de una debilidad extrema que estaba siendo aprovechada por los próceres separatistas para alcanzar sus objetivos.

El siguiente paso fue el «casual» anuncio de la detección de la intrusión en las comunicaciones del Presidente del Gobierno y de la Ministra de Defensa, todo ello comunicado en rueda de prensa extraordinaria, como si de un cataclismo se tratase. Desde luego, si fue una maniobra para liberar la presión de los socios preferentes del gobierno, solo sirvió para ahondar aún más en el esperpento y en la sensación de improvisación de un gobierno tambaleante que parece anteponer sus intereses del corto plazo a la solidez, imagen y reputación del Estado.

Analicemos si el separatismo, con su operación de desinformación ha logrado alcanzar sus objetivos:

¿Han logrado sacar del foco mediático y político el presunto affaire entre Putin y el entorno de Puigdemont? La respuesta es sí. Como podemos observar, algo tan grave como la presunta connivencia entre una potencia extranjera y un movimiento político para desestabilizar nuestro país ha pasado a segundo o tercer plano…

¿Se han rearmado frente a una población hastiada de tanta retórica política separatista? Gracias al entramado mediático público y privado en manos de la Generalitat, están logrando activar a sus bases y potenciales votantes con la sempiterna excusa narrativa del victimismo frente al acoso de un Estado de tintes totalitarios empecinado en conculcar las «libertades de Cataluña».

¿Está apretando filas un separatismo con unas disensiones antológicas? Pues, una vez creada, alimentada y amplificada, ninguno de los actores protagonistas del separatismo puede posicionarse mucho más allá del guión establecido, incluyendo la derivada del alejamiento (veremos si temporal) de ERC respecto al PSC y los Comunes.

¿Se ha desprestigiado a nuestra democracia y a nuestras instituciones? La respuesta es claramente sí. Porque el objetivo estratégico de esta operación era y es lograr desprestigiar la imagen de España a nivel internacional, con ello logran varias carambolas, como decía, primero alejar el foco al tema Putin, confundir a la opinión pública internacional en un momento judicial complicado para los huidos, cuestionar nuestra democracia y la fiabilidad de nuestro país.

Como vemos, el momento elegido no es aleatorio, estamos a las puertas de la cumbre de la OTAN en Madrid, estamos bajo la atenta mirada de todo el planeta y ello ha sido aprovechado para atacar la reputación de nuestro país. El problema es que la ansiosa respuesta del gobierno solo ha alimentado la mala imagen y la poca fiabilidad de España como socio y de nuestros servicios de información. El daño es de enormes dimensiones, por encima de la legítima necesidad de continuidad de un gobierno, han puesto a los pies de los caballos a aquellos que están defendiendo el orden constitucional y la estabilidad de nuestro país. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, pero España es mucho más que cualquier gobierno y esto es algo que nadie debería olvidar.

Artículo de José Rosiñol publicado en 20 minutos. 

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