Solo puede producirse un cierto entendimiento entre las dos comunidades si hay un arrepentimiento sincero de los golpistas, la total retirada de la vida política de aquellos líderes separatistas que se han dedicado a sembrar mentiras y rencor entre la población catalana, un desmantelamiento total por parte del independentismo de las estructuras de poder que crearon para dar su golpe de Estado y, ante todo, una vigilancia permanente por parte de los poderes del Estado para evitar nuevas tentaciones antidemocráticas por parte de los dirigentes y partidos secesionistas.