Pero retomemos el argumento de la desigualdad porque ésta no sólo estriba en poderse pagar o no unas clases particulares sino, sobre todo, en las consecuencias que se derivan del rendimiento escolar para el empleo. Porque, digámoslo con claridad, en la España actual la obtención del título de la ESO —con recuperaciones y repeticiones de curso o no— no es una garantía para obtener un puesto de trabajo, tal como muestran los resultados de la Encuesta de Población Activa con total claridad. En España, según la última edición de ese instrumento estadístico hay 3.543.800 parados. En este grupo de trabajadores desempleados algo más del 45 por ciento llegaron, como mucho, a cursar la ESO y obtener el título correspondiente. Y ahí las tasas de desempleo son abrumadoras: 30,8% entre los analfabetos —que apenas superan los treinta mil parados—, 28% entre los que no completaron la educación primaria —otros 57.000—, 26,4% entre los que sí lo hicieron —algo más de 257.000— y 20,3% entre los que cursaron la parte obligatoria de la secundaria, obteniendo o no el título —que suman 1.269.200—. Estas tasas están muy por encima del 15,3% de la media general del paro. A tan sólo dos puntos por encima se encuentran los que completaron el bachillerato o la formación profesional —hablamos de 983.800 parados—. Y únicamente entre los titulados universitarios la tasa de paro baja de la media y se ubica en el 9,5% —con unos efectivos cifrados en 955.900—.