¡Oh maravilla! ¡Cuánto pueden dar de sí unos pocos segundos! Pero, claro está, no para los comunes mortales, sino para los privilegiados cerebros de quienes sientan sus posaderas sobre las mieles del poder. Nos lo ha demostrado esta semana Pedro Sánchez –único prócer capaz de tal hazaña– en la sede de la OTAN durante un breve paseo con Joe Biden, pues en apenas medio minuto logró hablar con él, según dijo, «de reforzar los lazos militares, de Latinoamérica, de la situación migratoria y la pandemia»; y como aún sobraba tiempo, «le felicité por la agenda progresista y esa vuelta de Estados Unidos a los grandes consensos bilaterales y el Acuerdo de París». Claro que Biden, ante tal profusión temática, no dio muestras de enterarse, aunque tal vez se preguntó si Sánchez sabe distinguir entre los acuerdos multilaterales y los bilaterales. Pero dejémoslo ahí porque tanta verborrea, y tan rápida, sólo conduce al desorden y no está el horno para bollos en cuanto a nuestras relaciones internacionales, donde se nos acumulan los problemas y se nos aleja el horizonte de su esclarecimiento.