No nos ayuda nuestra clase política empeñada en negar cada día la tarea para la que ha sido contratada: el bien social, no el suyo. Es una evidencia dolorosa, y cuesta asumir que se ha convertido en el peor problema de nuestras vidas. Quienes habrían de cuidar de nuestra nave para llegar a buen puerto, la están poniendo en grave riesgo. Lo sabemos, lo sufrimos, pero últimamente, además, lo consentimos. Y aparecen los latiguillos al uso: “todos los políticos son iguales”, “los partidos son una agencia de colocación”, “el gobierno social-comunista, los independentistas, los oportunistas, la ultraderecha, el populismo…”